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El Clave bien temperado

Parte 5. El clave bien Temperado. Libro I. 3


Acuarela
—El clave bien Temperado. Libro I—

La risa del arroyo que desciende…
Los trinos de las aves de colores…
Mi venero latiendo en el Amado.
La dicha de tus ojos
iluminando el lento discurrir de la mañana.
El viaje de las nubes en el cielo,
huyendo hacia el invierno.
Sonidos que me elevan al futuro,
risas, cristal sonoro,
el alma que se esponja en tu caricia.
Oigo tu voz cantando maravillas,
y mi corazón brinca y se alboroza.
Nunca te olvides: hoy somos felices.
Si la vida nos daña con su uña de felino,
si algún túnel sin luz nos aplasta y nos confunde,
no hemos de preocuparnos
nuestros latidos marchan al compás,
el cimiento es inmóvil.
Que el mundo entero sepa nuestra dicha,
y el universo aplauda, grite, ría,
que un sideral temblor
atraviese sus vértebras azules,
que aplaudan las estrellas nuestros besos…

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).