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El Clave bien temperado

Parte 5. El clave bien Temperado. Libro I. 12


Afuera el manantial…
—El clave bien Temperado. Libro I—

La hoja de ámbar cae acunada en brisa, caída reflexiva, figura de mi olvido. Están vacías las habitaciones. Cada rincón recuerda tu ausencia: el eco de mis pasos huecos por el sendero de hielo que conduce a mi melancolía, monstruo hambriento que me acecha, aunque la repudie. Una lágrima se despedaza por el centro del alma, amenaza con hendir la médula del corazón malherido por tu ausencia.
Si atravesara con mis ojos el cristal de los ventanales, contemplaría el manantial que en la paz brota y corre como el murmullo de una sonrisa. Pero mis pupilas hoy son incapaces de este esfuerzo doloroso. Las telarañas azuladas difuminan la luz de su mirada. Hoy no está el cielo gris, hoy no hace frío. Pero no estás conmigo, junto a mí…
Afuera, el manantial de la verdad…

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).