Lectores

El Clave bien temperado

Parte 3. Conciertos de Brandenburgo. 6


Al acunarte, te susurro aquella nana
—Concierto de Brandenburgo número 6. Adagio ma no tanto—

Acaricio una flor, al mecerte en mis brazos,
mientras contemplo cómo llega,
despacio, lento, el sueño a tus pupilas,
tal que vuelo de ocaso.
Al acunarte canto,
te susurro la nana que te invento
como un poema diario…
Todo es posible, pero asusta tanto,
no vayas a romperte entre mis dedos,
un pétalo de lirio, que agrietan los aullidos
de mil lobos voraces.
Suena la melodía de mi nana
caricia de las orlas de la noche.
Se adhieren a sus notas los sudores
de las fatigas de los días,
aunque cualquier sonrisa de la luna
sirve para alejar preocupaciones,
pues en tus ojos nuevos ríela ágil su brillo…

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).