De la Pequeña Crónica de Ana
Magdalena Bach
Cuando Ana Magdalena escribió que tus manos fabricaban la
armonía con materia de brisa,
¿intuyó que el mismo aire mecería por
los siglos, el sueño de lo eterno nacido de tus dedos y enviado como flecha
decisiva a nuestros corazones?
Cuando sus ojos fijaban
su pupila enamorada en el correr de tus manos sobre el inmóvil teclado, que en
la alcoba nocturna sonaba como caricia sobre el centro de su pecho,
¿soñó el largo viaje emprendido
por las notas enlazadas como racimos de trinos, verbo de luna percutiendo en el
cosmos sobre el alma de los astros?