Y Johann Sebastian Bach murió ciego.
No pudo finalizar esta
hermosísima fuga, no pudo concluir esta pieza, la más inasible de todas las que
su fértil pluma dejó escritas.
Quizá el compendio de la Música esté oculto en las melodías que no
escribió.
Hasta aquí llegó su obra.
La última nota de esta fuga nos deja tan colgados al borde un
precipicio, que el vértigo nos invade, como si nos hubiéramos asomado, de
improviso, a un insondable abismo; pero, de inmediato, nos damos cuenta de que
es abismo de eterna luz sonora.