Lectores

El Clave bien temperado

Coda



Y Johann Sebastian Bach murió ciego.
No pudo  finalizar esta hermosísima fuga, no pudo concluir esta pieza, la más inasible de todas las que su fértil pluma dejó escritas.
Quizá el compendio de la Música esté oculto en las melodías que no escribió.
Hasta aquí llegó su obra.
La última nota de esta fuga nos deja tan colgados al borde un precipicio, que el vértigo nos invade, como si nos hubiéramos asomado, de improviso, a un insondable abismo; pero, de inmediato, nos damos cuenta de que es abismo de eterna luz sonora.

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).