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El Clave bien temperado

Parte 3. Conciertos de Brandenburgo. 5


Donde el dolor de la vida es recuerdo
—Concierto de Brandenburgo número 5—

Tres almas, vuelo azul, acarician las estrellas…
Pero tu trazo, amada, acaso herido por el tiempo,
baja, se cae, se desploma…
Tu voz recuerda un llanto sin voz,
una estrella sin luz, una flor sin aroma.
Escuchemos, amada, su voz, fuente de agua viva,
dejemos que su acento nos envuelva,
que su historia nos salve, nos conforte,
y que sus fuertes alas nos eleven a alturas siderales
donde tanto dolor, será sólo recuerdo.
Más tarde nuestras almas surcarán los espacios,
descubrirán que el tiempo es sólo nuestro.
Ya nada será todo oscuro, ya nada será todo claro,
como si aquella sombra del ayer, hoy fuera ciego lastre
que nos impide alzar el vuelo a su presencia.
Ven, contempla su imagen,
ven y bebe del agua de su canto,
ven y olvida ya el peso de tu sombra.
¿Por qué aún escucho tus lamentos,
velo de nubes, velo de trincheras
si su mirada te acaricia?
Al fin tanto gemido suena a cicatriz muerta.
Crece la calma, avanza la fragancia como viento sin aristas,
rociándonos como agua sin grietas.
Me alivia que tu llanto huya hacia el olvido,
oigo otra vez tus risas floreciendo
desde el pasado escrito en cada amanecida.
Quizá no sea todo euforia,
quizá no sea todo ilusión sin freno, pero ya es esperanza.
Eso me basta, amada, eso me sirve,
y doy por bueno el vuelo a estas alturas.

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).