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El Clave bien temperado

Parte 5. El clave bien Temperado. Libro I. 8


¿Por qué te huyes tan lejos del latido?
—El clave bien Temperado. Libro I—

El peso de la culpa araña mi alma y la convierte en guiñapo de lágrimas, en pudridero de vísceras, en osario de traiciones. Quiero elevar mis ojos pedregosos, pero estás tan alejado por mi causa, que sólo las lágrimas podrán colocarme más cerca de tu aurora. El silencio, ausencia muda de tu mirada, me oprime la respiración, como si ya fuese inquilino de un mausoleo.
Ten compasión, olvida tanta culpa, tanto olvido, tanto resentimiento, tanta mentira, tanta traición… Te siento lejos, y sin embargo aún te siento. Pasos de hormigas se confunden con temblores de hojas. Es suave la cadencia de la brisa, es suave el ritmo de melancolía de la noche.
¿Dónde te fuiste amado y me dejaste?
¿Por qué te huyes tan lejos de mi latido enlagrimado?
Intuyo el aroma de tu presencia, aunque otros olores me confunden, fragancia de sol y luna, perfume de cordillera y océano, esencia de caricia y beso. La calma de la madrugada como  el cristal de estatuas imposibles, es sueño irrompible de un niño.

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).