Lectores

El Clave bien temperado

Parte 5. El clave bien Temperado. Libro I. 4


Salmo
—El clave bien Temperado. Libro I—

Señor, desbórdame con tu mirada.
Señor, abrázame con la caricia de tu luz tensa.
Abandonado e inerme, exangüe y derrotado;
inhalo los aromas de los albañales de la vida,
habito en medio de mi culpa,
como un roedor habita su cloaca.
Sin embargo sé que me amas,
sé que tu latido lavará mi miseria,
como los dedos de una madre acarician la fiebre de sus hijos.
Noto los pasos de tu ausencia y tengo miedo,
como si una nube de turbación
rompiera mis arterias.
No me dejes, mi voz es un clamor,
escucha el grito envuelto en plomo de mis dedos.
Una súplica por tu vuelta pronta
se desliza por el quicio de los labios de arena y sal.
Anhelo contemplar el oasis de tu risa,
anhelo sentir el fuego de tus besos,
anhelo ser desbordado, Señor, por tu mirada.

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).