Últimos compases del adagio
—Concierto número 1 de Brandenburgo—
—Concierto número 1 de Brandenburgo—
El
frío ha desnudado la arboleda,
los
troncos aún dormitan soñando lejanas primaveras,
y
una rapaz se cierne a grupas del viento buscando un sueño.
Mi
espíritu, guarida del invierno, resucita melodías que ocultan sufrimientos de
entraña sin piel,
carne
resquebrajada en gutural bramido.
A
pesar de la orquesta que lo envuelve, los últimos compases del adagio,
como
notas de oboe en sangre,
cubren
la madrugada con alaridos sin arpegio, desgarro de la nada…
Como
un ave rapaz hambrienta, se desmoronan en picado y gimen y lloran…
Angustiadas
corcheas despedazan la tierra
donde
moran sus párpados, lienzos del primer beso,
donde
moran sus manos, cuencos de caricias,
donde
mora su pecho, cofre de vida…
Los
gritos, como dedos de barro y piel, buscan el último suspiro que exhaló su alma
antes del viaje
hacia
esos territorios siderales, sin brújula y sin tiempo, perdidos en el cosmos…
Las
notas acuchillan la carne del aire,
como
un ave rapaz hambrienta, se desmoronan en picado y gimen y lloran…
y
también me disparan al corazón de mis entrañas
con
un apocalíptico engranaje en disonancia
y
estremecen vacíos de la muerte como hemorragia de miedo.
Racimo
de segundos sin luz: sima de vértigo o abismo sin eco.
Estas
notas, alcázar donde refugio mi gemido, explicación exacta de mi grito,
compases
que dibujan mi vacío, notas desesperadas excavando la tierra donde yace,
buscan
la exhalación de su alma antes del viaje
hacia
esos territorios siderales, sin brújula y sin tiempo, perdidos en el cosmos…