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El Clave bien temperado

Parte 6. El clave bien Temperado. Libro II. 12


Único en el cosmos
—El clave bien temperado. Libro II—

Sentado, escucho el canto de tus labios,
y la primera nota me estremece…
Mejor sonrisa que la tuya, viva,
aguja cenital de la mañana,
no habita el cosmos.
Mejor caricia que la tuya, viva,
faro de luz en medio de la noche,
no habita el cosmos.
Mejor fragancia que la tuya, viva,
dichoso címbalo de los ocasos,
no habita el cosmos.
Afortunado soy, pues si amanece,
tú me sonríes con esa sonrisa,
aguja cenital de la mañana,
única en el cosmos.
Afortunado soy, pues en la tiniebla
tus dedos son antorchas en mi piel,
faros de luz en medio de la noche,
únicos en el cosmos.
Afortunado soy, pues en la tarde
tu aroma de jazmín y madreselva,
repiquetea intenso en mi cerebro,
dichoso címbalo de mis ocasos,
único en el cosmos.

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).